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Madre Admirable: genialidad de Pedro Castellanos Lambley

La construcción de este templo requirió tiempo y esfuerzo. Con la genialidad arquitectónica del Padre Pedro Castellanos Lambley, se realizó una doble construcción. Una, dedicada al Sagrado Corazón, que se encuentra en la parte baja, y sobre ésta, el Templo dedicado a María Madre Admirable.
Madre Admirable: genialidad de Pedro Castellanos Lambley

La presencia del arquitecto y sacerdote Pedro Castellanos Lambley marcó una etapa en la arquitectura sacra de Jalisco durante los años cuarenta. Este prodigioso creador nació en el año 1901 en el seno de una familia destacada en el ámbito literario y político. Su abuela fue la poetisa Esther Tapia Castellanos y su padre don Guillermo Castellanos Tapia, quien fue gobernador del Estado de Jalisco.

Pedro Castellanos Lambley ingresó a la Escuela Libre de Ingenieros de don Ambrosio Ulloa en 1919 y recibió su título de ingeniero y arquitecto en 1924. Como primer trabajo, colaboró bajo las órdenes de Arnulfo Villaseñor en la construcción de la casa de José Guadalupe Zuno, en la esquina de las calles Bosques y Unión.

En 1925 ya era el proyectista del despacho del ingeniero Juan José Barragán, principal constructor tapatío de la época. Ahí sustituyó a Luis Barragán cuando éste decidió establecerse por su cuenta. Hacia 1931, Pedro Castellanos fundó la Sociedad Castellanos y Negrete, en la que llevó a cabo por muchos años, una brillante actividad profesional.

Castellanos gozaba de un inmenso talento y versatilidad, así como de un hábil eclecticismo. Compartió con Luis Barragán, Ignacio Díaz Morales y Rafael Urzúa el protagonismo del movimiento reivindicatorio de tradición y modernidad, en una vuelta a los valores regionales sin rechazar el influjo universal. A decir del arquitecto Julio de la Peña, Castellanos Lambley fue "un precursor de la arquitectura contemporánea, el más auténtico, con una arquitectura muy alegre y viva sin perder la sencillez, no era arquitectura protagónica".

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Siguió su vocación religiosa y en 1938 ingresó al convento de los Frailes Franciscanos en Aguascalientes. Dos años más tarde regresó a Guadalajara ordenado sacerdote y en los años cuarenta estuvo al frente de la Comisión Diocesana de Arte. Construyó una serie de templos y edificios en la capital tapatía y en otras localidades del estado. A él se deben, entre otros, el Seminario Mayor, la capilla de Ciudad Granja; los templos de La Soledad, La Santa Cruz y El Sagrado Corazón, en Guadalajara y otros en El Salto, Zapotiltic, La Manzanilla de la Paz y Zacoalco de Torres entre varios más.

Dos de las más bellas piezas de su obra son: la casa de la familia Rébora en la Calle Lerdo de Tejada número 2052, construida en 1934 y la casa de los señores Aranguren, ambas en Guadalajara. Mención aparte merecen sus "privadas", pequeños conjuntos habitacionales que recogen la mejor tradición de las viviendas tapatías; combinan el patio común vecinal con la decorosa individualidad de las habitaciones. El antiguo mercado de San Juan de Dios también fue obra de Pedro Castellanos.

Tras su muerte acaecida en 1961, El Colegio de Arquitectos le otorgó post-mortem, distinción honoris causa a una vida entregada a la creación arquitectónica.

Créditos nota: Universidad de Guadalajara