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Los nombres de las cuadras

"En la calle 1,200, el hecho fue más allá de mi compresión del mundo. No me hubiera sido posible descubrir el indicio oculto en esta calle si no fuera por la ayuda de un niño llamado Ignacio"
Los nombres de las cuadras

Los que somos de El Salto, sabemos que hay un grupo de calles muy cerca del centro de nuestro municipio cuyo nombre progresivo va en múltiplos (de 100), iniciando en la calle 50 y extendiéndose hasta la 1,200. Algunos investigadores como su servidor, han buscado bajo que lógica se les dio este peculiar número, sabiendo que en las diferentes búsquedas que podemos emprender, siempre se pueden encontrar historias espectaculares que nos transporten a lugares impensables.

Allá por mayo de 1896, fecha en que naciera la fábrica textil, uno de los corazones con los que nuestro pueblo comenzó a bombear trabajo y vida para formarnos como municipio, inicia todo.

El general José Magnolio Viller´s, hijo de adinerados franceses, experto en taxidermia de ratas, de bigote blanco y gris como la mierda de paloma, fracasado en la pintura y en los amores por sus raras actuaciones, llegaba de Francia a una fábrica de textiles que sus padres habían puesto cerca de un río en Jalisco.

Y nos preguntamos todos ¿por qué un general como él dejaba una cómoda y sobrada vida en Paris? Pues nada más ni nada menos porque lo perseguían para matarlo cuatro de sus primos: Louis Antoine, Charles, Alejo y Auguste Viller´s. Pues el general José Magnolio, había robado a su tío el Mariscal Louis de Buade, que estaba moribundo, dos cofres llenos con monedas de oro, cinco días después de la mañana en que este decidió no dejarle nada en su testamento.

Así que el día 14 del noveno mes del año, un día en el que la mañana pintaba en el cielo gris de Francia toda la melancolía y los sueños rotos de los artistas parisinos, Viller´s le decía al cochero estacionado afuera de la mansión de su tío el Mariscal, que esperará a dos mozos cargados con cofres mientras el pasaba a vigilar la salud de su querido familiar. El general subió las escaleras de brillante roble que conducían a la recámara principal, pero no sin antes revisar por la ventana del recibidor que daba hacía el establo, para cerciorarse de la ausencia de los caballos de sus primos.

Llegó a la recámara que tenía las puertas hasta el techo y abrió una de ellas lentamente. El cuarto olía a enfermo encerrado. La luz de la ventana entraba sin fuerzas a través de las cortinas rojo satín. El tío Louis, yacía sobre la cama arropado hasta la barbilla, con la peculiar piel de color gris amarillenta de los próximos muertos.

El general Viller´s, como para comprobar si su tío ya se había puesto a salvo de los tormentos de la memoria, lo saluda en voz baja y este no responde. Llega tan cerca de su tío como puede, y con sigilo, observa como sus grandes agujeros de la nariz aumentan de tamaño al pasar el aire hacía su pecho. Se ajusta entre los dedos de las manos los guantes de cuero, y desliza suavemente su mano por un costado del cuello del Mariscal, pone la otra mano encima cerrando la pinza mortal y aprieta. Viller´s, desde su notable altura observa el espectáculo que tantas veces vio en la guerra y siente esos pequeños avisos con los que al final nos arrancamos de la vida. Los pies del tío golpean la parte trasera de la cama y de pronto se detienen, la vida ha terminado por extinguirse.

Así que a la mañana siguiente nuestro personaje se traslada a la Ciudad de México y luego a Jalisco para después llegar a El Salto un 11 de octubre de 1896. Tres días después, se entera por un telegrama enviado por su cochero y cómplice del crimen, que ahora es un prófugo de la justicia francesa, y que también es perseguido por sus cuatro primos furiosos que han visto la falta de los dos cofres con monedas de oro que se convertirían en su herencia, el general deja de leer el telegrama cuando sus ojos sobrepasan la orden “arrestarlo y fusilarlo”.

Un hombre desesperado por la cercanía de su muerte y con gran amor por el dinero es capaz de idear grandes cosas. Así que a partir de estos nobles impulsos, el general Magnolio oculta el tesoro robado y elabora un complejo código para que sólo sea él quien pueda encontrarlo. El código fue puesto al reverso de un mapa en el que dibujó las cuadras de El Salto, donde por orden práctico inicio a numerarlas en la calle 50, siguiendo la secuencia que ya todos conocemos.

El general José Magnolio Viller´s fue capturado y fusilado por la justicia francesa el 30 de mayo de 1897, al no poder proporcionar ninguna información útil acerca de los dos cofres que robó a su tío el Mariscal. Antes de ser atrapado, el general se había cortado la lengua regresando de una oficina postal en Guadalajara.

El mapa con el código fue recuperado por un colega mío que investigaba al sur de Francia los lazos familiares de los burgueses a finales del siglo XIX. Sabía que yo estaba con la investigación histórica de mi municipio, así que decidió enviármelo como un objeto curioso y sin valor que aportaría conocimientos mínimos a mi proyecto. Lo revisé por días enteros, tomándome las cosas no muy en serio hasta que comencé a pensar que no todo tiene que ser tan perfecto y tan alejado de nosotros para ser verdad. El código no era sencillo, pasé varios días visitando las cuadras esperando ver detalles que me pudieran esclarecer ciertos puntos. Por lo demás, sólo he descubierto tres posibles formas de llegar al sitio donde puede estar el tesoro a través de las cuadras: 300, 600 y 1,200, múltiplos de tres. Sí, también lo pensé.

Al visitar la 300 y particularmente por la noche, si te paras a la mitad de la cuadra, se empieza a sentir que el aire da vueltas alrededor de uno. Esto lo pude comprobar porque la noche que estuve ahí, llevaba puesta una de esas chamarras para la lluvia que tienen cordones en el gorro, y estos comenzaban a enrollarse uno con otro al dar vueltas el viento formando un remolino. Estando dentro de esa espiral de aire se puede escuchar el sonido del río con total claridad, como si uno pudiera tener la cascada en el oído.

La segunda calle de la que descubrí información, fue la cuadra 600. La visité varios días en diferentes horarios, y durante toda mi espera sólo hubo una constante que se repetía los días pares del mes: una solitaria golondrina apartada de su manada, que se posaba en el único viejo árbol y cantaba una triste tonada. Una golondrina que se resguarda en la soledad para cantar es bastante raro, si todos tomamos en cuenta que cuando uno sube por la 400, a las golondrinas les gusta estar en grupo zurrando y tapizando las tres hileras de cables de la compañía eléctrica.

En la calle 1,200, el hecho fue más allá de mi compresión del mundo. No me hubiera sido posible descubrir el indicio oculto en esta calle si no fuera por la ayuda de un niño llamado Ignacio, al que agradezco me haya orientado en mi investigación. Mi tesis de que los niños son los genios del mundo seguirá vigente. Nachito, me ayudo con su peculiar sonrisa a la que le faltaban casi todos los dientes, descubriendo lo que él llamaba “láser del sol”, que consiste en un momento de 4 segundos donde un rayo de luz entra directo por la ventana de una de las casas con segundo piso, rebotando en todos los espejos, y por un pequeño instante, casi imperceptible para todos los que viven en esa calle pero menos para Nachito y ahora para mi, se iluminan en serie todas las casas de la cuadra 1,200.

No sé ahora que resulte más extraño de los indicios que he encontrado, si el viento que enrolla las cosas en la calle 300, la golondrina que debió ser entrenada por Viller´s para cantar y transmitir la ubicación del árbol a sus descendientes, o el reflejo del sol que todos los días por la tarde ilumina 4 segundos los espejos dentro de las casas de la calle 1,200. Ave, Viento, Sol. Estás tres palabras que relacioné a los indicios tenían que significar algo. Así que al regresar a la documentación y revisar los escudos de las familias francesas de esa época, di con el de la familia Viller´s, en el que las palabras cobraban sentido. Viento, Ave y Sol estaban representadas con figuras. Entonces, el escudo de la familia sería la clave para dar con el tesoro.

Días más tarde logré descifrar en el mapa que cada uno de los puntos descritos con anterioridad (300, 600 y 1,200) se conectaban entre si. El nombre en múltiplos de 100 de las cuadras de El Salto, corresponde de forma individual al número de pasos que uno debe dar para llegar al tesoro del general Magnolio, pues de estos tres puntos siguiendo las indicaciones geográficas del mapa llegué frente al reloj de la plaza, más menos dos o tres metros del quiosco en cada ocasión que repliqué los códigos.

Aún me quedan algunas dudas por aclarar, no he llegado a saber ni cuándo ni cómo, de un mapa que dibujó un general (que supongo era un documento secreto) fueron adoptados por la comunidad los números de las cuadras de El Salto. Algunas de mis sospechas es que algún funcionario del gobierno de nuestro municipio dio antes con el mapa, y que no sabiendo francés ni mucho menos pudiéndolo descifrar, el mapa se tomará como un croquis más que le facilitó a la burocracia ponerles un nombre rápido a las cuadras.

Continuamente sigo pensando en el tesoro del general. Quién sabe si aún el botín me esté esperando en un tercer escalón o por el quiosco, bajo un sol abrazador de una agostada tarde, a la apertura de las 6:15 del reloj izquierdo en la torre de la parroquia Madre Admirable. Ahí mismo, donde ha sido siempre y por todos estos años, se encuentran los dos cofres con el tesoro del general José Magnolio Viller´s que algunos que ni son del pueblo continúan buscando.

Ramiro Corona.

Sobre el autor: Ramiro Corona es naturalizado por voluntad como originario de Juanacatlán Jal. Su pasión por la investigación le ha permitido conocer e instruirse en diferentes universidades alrededor del mundo. Es un voraz lector de literatura, un oportunista poeta y si bien es diestro para escribir, es zurdo en su pensamiento.

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