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El sonido del chacuaco

"Así que se creó una propia forma de vida, donde el ritmo era marcado por el silbato de un chacuaco"
El sonido del chacuaco

El Sonido del Chacuaco

... Historia y Leyendas


Con una mezcla de historias, costumbres y tradiciones, los nuevos pobladores, llegaron a un lugar donde encontraron casa, trabajo y un caudaloso río con muchas posibilidades de subsistencia y diversión: nadar, pescar, hacer días de campo, disfrutar del paisaje, dar un paseo por la barranca que poseía una frondosa vegetación y sembradíos de distintas especies como melones, sandías, legumbres, árboles frutales, en su mayoría mangos.

Así que se creó una propia forma de vida, donde el ritmo era marcado por el silbato de un chacuaco que, por su medida, noventa metros, se eleva a la categoría de los más alto del país, este era impulsado por una gran caldera de vapor que emitía un particular tono, agudo sin llegar a ser molesto pero que era lo suficientemente fuerte para ser escuchado incluso hasta Juanacatlán, este sonaba a las seis treinta, seis cuarenta y cinco, el llamado "chiquito", que era un sonido corto y agudo a las seis cincuenta y cinco de la mañana, por que entraban a las siete. Así que cuando se escuchaba el "chiquito", muchos trabajadores ya estaban cerca de la fábrica, mientras otros salían a bordo de su bicicleta o apresuraban el paso entre las calles empedradas para llegar a tiempo. 

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Más tarde el chacuaco volvía a sonar, pero esta vez para las señoras que ya estaban listas para llevar las viandas con alimentos, los obreros salían por turnos nueve, nueve treinta y diez de la mañana era la hora del desayuno, mientras en la fábrica ya se estaba laborando, en el pueblo las señoras se encargaban de ir al mercado a comprar lo que iba a preparar y llevar o enviar con sus hijos el lonche para sus familiares, desde que se iban los esposos en la mañana iniciaban la preparación de los alimentos, había que disponer todo con tiempo para antes de las nueve ya estar en la puerta de la fábrica, y así, entrar a dejar la porta vianda o acompañarlos y después retirarse. 

Por eso en el mercado durante estas horas de las seis a las diez de la mañana los comercios ya estaban ofreciendo sus mercancías y la gente no paraba de pasar de un lado a otro, las tareas de las mujeres iban desde preparar los alimentos, barrer la calle, hacer la limpieza, atender a los hijos, preparar la comida, lavar la ropa y tenderla, dicho sea de paso esto era una característica muy particular, dado el tamaño de las casas, se veían obligadas a armar sus tendederos en la calle. La mayoría habitaban en hogares pequeños y en las familias había desde cinco hijos o algunas de hasta trece o más. Lo que los obligaba a estar afuera de sus habitaciones la mayor parte del tiempo, así que a veces desde las nueve de la mañana era común ver las calles con las prendas de vestir ondeando al viento, los niños jugando y las señoras, ya que estaba todo listo, platicando sentadas en las puertas de sus viviendas. Esto creó un estilo muy particular de vida, haciendo comunidad en cada cuadra y tratando a todos los vecinos como familia, con las mismas bondades y los mismos defectos tal cual se llevan los hermanos.

En la tarde el llamado segundo turno se marcaban a las dos treinta, dos cuarenta y cinco donde todo ocurría más o menos igual, lo único que cambiaba era que los alimentos se compraban desde temprano, para llevar lonche a las siete de la noche, porque los obreros salían a las diez treinta y seis. Ya para cuando el lonche de la tarde se llevaba, las calles estaban llenas de personas platicando, los muchachos podían jugar en las calles libremente, y según el tiempo variaba el tipo de juegos que se podían practicar.

Era común ver las tarrayas (redes para pescar) afuera de muchas casas siendo reparadas para utilizarlas y así complementar la alimentación de las familias. En el río se podían rentar lanchas, o desde la orilla lograban lanzar las redes y siempre obtener una buena porción de peces que luego eran preparados de distintas maneras, una de ellas el llamado caldo michi fue uno de los platillos más socorridos ya que bastaba una lata grande, algunas verduras y los peces que lograban atrapar, especialmente carpa, para disfrutar a la orilla del río de esta sabrosa comida.

Después del trabajo, los hombres se reunían en los clubes deportivos, para practicar el futbol, jugar baraja, hacer planes políticos y sociales, mientras las mujeres se quedaban en sus casas realizando tareas que complementaban el gasto, como preparar algún alimento para vender, bordando, platicando con quienes pasaban por la calle o jugar lotería.

Ya por la noche se aprovechaba para contar historias que enriquecían el aprendizaje de los más pequeños, pero también servían para entretenerse mientras llegaba la hora de dormir. La evolución de las costumbres se fue dando paulatinamente a partir de los años cuarenta hasta la fecha, donde la población se diversificó por segunda vez, mientras ya se tenía establecido un estilo de vida. Llegaron más pobladores en busca de oportunidades.

A finales de los años setentas se promueve a El Salto como zona Industrial, y lo que en antaño eran delegaciones municipales, se fueron llenando de pobladores que buscaban mejores trabajos. Dejando atrás muchas de las costumbres, anécdotas, relatos y leyendas que continuaré narrando en próximas publicaciones. 


Sobre la autora: Verónica Becerra es habitante de la Cabecera Municipal de El Salto y promotora cultural. 

*Las opiniones expresadas son sólo responsabilidad de sus autores y son completamente independientes de la postura y la línea editorial de La Cascada*