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El tesoro en las cuevas del Cerro Papantón

El tesoro en las cuevas del Cerro Papantón

He conocido muchas gentes que ya no bajaron vivas del Cerro Papantón. Subieron por lo mismo y en las mismas fechas de Semana Santa. Pues en esos días se abren las cuevas del indio Cayetano, donde están los tesoros que le robó al gobierno. 

La historia que les voy a contar, la sé porque yo la viví de chiquillo. Las cosas en Juanacatlán han cambiado mucho con el paso de los años; hora hay más libertades y uno puede dedicarse a más cosas. Más antes, sólo había dos: trabajar para el gobierno, o rascarte con tus propias uñas, que estaba más cabrón que lo primero. 

El indio Cayetano trabajaba por su cuenta pescando mojarras en el río, yo lo veía cuando íbamos pal Salto a comprar el mandado. Mi padre seguido decía: —Ese Cayetano es el único del pueblo que se ha salvado de trabajar para el gobierno.  

Se le veía tranquilo, siempre recorriendo las calles del pueblo con su costal de mojarras en la bici.  

En uno de los días de raya, la hermana del indio Cayetano regresó llorando a su casa. Los del gobierno la habían zarandeado y quitado el dinero fruto de su trabajo en la semana. Por supuesto que no era la primera vez que pasaba. A nosotros en la casa ya nos habían tocado semanas en que comimos puras gordas remojadas en caldito de frijoles. No había pa’ más cuando el gobierno se ponía abusivo y chirrionero. Teníamos que granjearnos mejor el taco. 

Al día siguiente, al enterarse el indio Cayetano de lo sucedido, pensó en cómo vengarse del gobierno. Lo primero que hizo fue copiar una carta como las que enviaba el Gobierno de Guadalajara. En ella puso que el gobierno del pueblo tenía que recibir de forma urgente un cargamento de tabaco. Que para los que no lo saben, el tabaco en esos tiempos, era casi más codiciado que el oro. 

Los del gobierno al recibir la carta falsa, se dejaron ir de inmediato a Guadalajara por el cargamento. Cosa que aprovechó requeté bien Cayetano, porque del banco de la plaza robó hasta el último centenario que tenía guardado el gobierno.  

Se llevó todo el tostonal de oro para el cerro Papantón. Dividió el botín en partes iguales y lo escondió en las tres cuevas. Terminado todo el plan, Cayetano regresó tranquilo a pescar sus mojarras al río. 

Cuando el gobierno llegó al pueblo y se dio cuenta del robo, ordenaron toque de queda. Nadie podía salir ni trabajar.  Buscaban casa por casa el oro robado.  

La búsqueda duró tres días y arrojó pocas señas. A no ser por los chismes que siempre cocinan caldos gordos en los pueblos. El gobierno llegó a la casa de Cayetano porque alguien dio el pitazo de haberlo visto subir al Papantón.  

La matanza de la familia de Cayetano fue de las más feas que han pasado en el pueblo. Chicos y grandes los balacearon amarrados en los huizaches. Al llegar el indio a su casa, el gobierno lo capturó y torturó, intentando sacarle la ubicación del tesoro. 

Las últimas palabras de Cayetano fueron que el oro estaba en las cuevas del cerro Papantón, pero que sólo las personas de corazón generoso podrían reclamar ese tesoro del pueblo.  

Desde entonces muchas personas han subido a buscarlo. El resultado es siempre el mismo: se pierden en las cuevas o mueren por causas extrañas. 

Es fecha que no hay quien haya logrado encontrar el oro, porque ya sabemos que las ambiciones en los pueblos de hoy son canijas. 

Ramiro Corona — Escritor de Pueblo 


Ramiro Corona

Es habitante de El Salto y Juanacatlán. Licenciado en Salud Pública y autor de "Cuentos del Pueblo"


*Las opiniones expresadas son sólo responsabilidad de sus autores y son completamente independientes de la postura y la línea editorial de La Cascada*

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