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¿Preservar o reconstruir? Las Cuadras de Río Grande

¿Preservar o reconstruir? Las Cuadras de Río Grande

¿Quién debe hacer la Ciudad? es responsabilidad de tres actores principales: los ciudadanos como propietarios, las autoridades como administradores, y los especialistas como orientadores. El Salto y Juanacatlán lamentablemente han dejado en mano de los segundos todas las intervenciones urbanas de su hogar colectivo; su municipio, lo que ha conllevado a resultados de muy cuestionable calidad. Nuestros pueblos han expresado desde sus bases históricas un autorretrato de nosotros mismos, con la suma de su pasado y su transición hacia el presente, y es su consecuente transformación lo que ha determinado nuestra vaga proyección futura por proteger lo que aún existe entre nosotros.

De manera paulatina, nuestros centros históricos – que de históricos sólo les ha quedado el apelativo, - han ido perdiendo las cualidades tradicionales de la herencia española que identifica a cada lugar, pues la imagen de cada edificio, de cada habitante, y de cada espacio es diferente al resto de las ciudades, incluso de los mismos barrios que conforman un solo poblado. Al fraccionar, cambiar o eliminar uno de estos componentes, se incurre en el grave error de destruir la imagen de lo que nos representa.

En El Salto, el ejemplo más claro de la poca cultura preservativa que tenemos es en el conjunto habitacional de “Las Cuadras”. Siendo la raíz fundacional física y social del municipio, sus habitantes afortunadamente aún se identifican con causas comunes y su sentido de pertenencia sigue vigente, pero viven en la constante ignorancia sistemática de su gobierno que incurre en constantes agravios patrimoniales y ha dejado que se lleven a cabo imperdonables obras de reconstrucción que han distorsionado este importante sitio.

Las próximas mejoras de las que se jactó el presidente Ricardo Santillán durante la develación de la irónica “marca ciudad” en la entrada del municipio deben reforzar las señas de identidad existentes, de no haberlas se deben crear en armonía y calidad mediante arbolado, iluminación, mobiliario, arte urbano, etc., el resultado debe ser un polo de atracción local y regional, ecológico y económico, donde se creen condiciones ideales de calidad de vida para que la población viva bien en su lugar de origen y se evite su migración.

Uno de los atractores de este mal es la falta de leyes únicas para cada zona dentro del municipio. La carencia de normas y sanciones es la que ha hecho que se establezcan, en las que alguna vez fueron casas para los obreros de Río Grande, comercios de estética pobre y poco armónicos; absurdos bodrios que desvirtúan el contexto en el que se encuentran. Es triste que nunca se trate de conjuntar lo nuevo con lo existente. No hay calidad en las nuevas construcciones, lo que hace que desentonen. Nuestro pueblo no se puede entender sin el paisaje que le rodea, sin sus árboles, sin sus casas, sin su pavimento, sin su mobiliario; si llegan a alterar algo, alteran todo, por lo que su protección se vuelve determinante para aplicar acciones urbanas realmente eficaces.

Dejemos pues a un lado el mezquino argumento de “porqué destinar recursos en lo viejo cuando con ello se pueden construir escuelas, hospitales, etc.” La ciudad es nuestra, forma parte de un interés público que debe de estar por lo alto de lo individual y es responsabilidad de todos cuidarla. Debemos involucrarnos cada vez más en las acciones que atañen a nuestros pueblos y exigir a autoridades la colaboración en conjunto para que las próximas ideas de intervención aterricen en proyectos certeros y restablezcan la raíz básica de cómo construir una ciudad por todos y para todos.

Bernardo Camacho Ornelas es arquitecto, habitante de Juanacatlán.

Cronista, apasionado por la preservación del patrimonio histórico y arquitectónico

 

*Las opiniones expresadas son sólo responsabilidad de sus autores y son completamente independientes de la postura y la línea editorial de La Cascada*

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