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Nefrólogo Víctor Martínez Mejía

¿Por qué los lagos y ríos deberían tener los mismos derechos que los humanos?

Uno de los casos más emblemáticos es el del río Whanganui en Nueva Zelanda. En 2017, tras más de un siglo de lucha por parte del pueblo maorí, el gobierno reconoció al río como una entidad legal con los mismos derechos que una persona.
¿Por qué los lagos y ríos deberían tener los mismos derechos que los humanos?

En los últimos años, un debate que parecía exclusivo de filósofos y activistas ambientales ha comenzado a abrirse paso en tribunales y congresos de todo el mundo: ¿deberían los ríos y lagos tener derechos legales, al igual que los seres humanos?

Aunque la idea pueda parecer insólita al principio, cada vez más países y comunidades la están adoptando como una forma urgente y necesaria de frenar la destrucción ambiental. Desde Nueva Zelanda hasta Colombia, se están reconociendo personerías jurídicas a cuerpos de agua, permitiéndoles —en términos legales— “existir”, “fluir” y “ser restaurados” si son dañados.

Del recurso al sujeto

Durante siglos, la naturaleza ha sido tratada como una propiedad: algo que se puede extraer, vender, canalizar o contaminar. En este modelo, los ríos y lagos han sido vistos como simples recursos hídricos, no como entidades con valor en sí mismas.

“Otorgar derechos a un río implica un cambio radical en nuestra forma de entenderlo. Ya no se trata de cuánto nos sirve, sino de su derecho a mantenerse vivo y saludable”, explica Ana Lucía Torres, abogada ambientalista ecuatoriana.

Un precedente en Nueva Zelanda

Uno de los casos más emblemáticos es el del río Whanganui en Nueva Zelanda. En 2017, tras más de un siglo de lucha por parte del pueblo maorí, el gobierno reconoció al río como una entidad legal con los mismos derechos que una persona. Se le asignaron dos guardianes —uno del Estado y otro del pueblo indígena— encargados de velar por su bienestar.

La decisión marcó un antes y un después: por primera vez en la historia moderna, un ecosistema fue tratado legalmente como un ser viviente, no como un objeto.

Latinoamérica también da pasos

En América Latina, la tendencia empieza a crecer. En Colombia, la Corte Constitucional declaró al río Atrato como sujeto de derechos en 2016, debido a la contaminación causada por la minería ilegal. Ecuador, por su parte, incluyó los derechos de la naturaleza en su Constitución desde 2008, una medida inédita a nivel mundial.

Estas decisiones han abierto la puerta a nuevas formas de protección ambiental. Ahora, los defensores de un ecosistema pueden presentar demandas en su nombre, sin necesidad de demostrar que hubo daño a seres humanos.

¿Una herramienta contra la crisis climática?

Con la aceleración del cambio climático y la escasez de agua dulce en muchas regiones, otorgar derechos a los cuerpos de agua podría convertirse en una estrategia clave para su conservación.

“Las leyes ambientales tradicionales están pensadas para gestionar daños, pero no para prevenirlos”, afirma Ricardo Mejía, investigador en derecho ambiental. “Reconocer derechos al río o al lago le da a la naturaleza una voz legal antes de que el daño ocurra”.

Un reconocimiento a la interdependencia

Más allá de lo legal, muchos defensores de esta idea argumentan que se trata de un acto de justicia ecológica. Los ríos y lagos sostienen vida, cultura y economía. Son el hogar de miles de especies y el corazón de comunidades humanas que dependen de ellos para sobrevivir.

La visión no es nueva. Diversos pueblos originarios han sostenido por siglos que los ríos tienen espíritu, memoria y dignidad. En palabras del pueblo maorí: “Ko au te awa, ko te awa ko au” —"Yo soy el río, el río es yo".

¿Y si los derechos humanos se extendieran a la naturaleza?

La propuesta aún genera polémica. Sus detractores argumentan que los sistemas jurídicos no están diseñados para otorgar derechos a entidades no humanas. Sus defensores, en cambio, aseguran que eso no es una limitación, sino un reto necesario en tiempos donde el colapso ambiental es una amenaza global.

Al final, la pregunta no es solo legal, sino ética: ¿estamos listos para considerar a la naturaleza como una aliada con derechos propios, y no como una fuente inagotable de recursos?


Artículo redactado con la ayuda de la IA