Cascada Noticias - Un medio con identidad
Qualitas El Salto

Un viejo amor (Capítulo 3 y 4)

Un viejo amor (Capítulo 3 y 4)

¿Quieres leer antes el capítulo 1 y 2? Haz Click aquí

Capítulo III 

 

Claro, Roberto era creyente de una fuerza magnánima, externa al mundo creadora de todo.Sí, Roberto creía en Dios. 

Roberto no era de los que asistían a misa, ni tenía imágenes de referencia para venerar. Se había vuelto un poco frío y más apegado al dinero, y no tanto a los actos humanitarios, o a rezar, pero sabía que alguien divino debió haber creado todo, y no tanto por su familia, quienes de alguna manera influyeron en esa creencia de Roberto, pero también Roberto lo observaba entre sus clientes. Sanaban más rápido quienes dejaban todo en manos de su Dios, perdonaban y pedían perdón, cambiaban, dejaban malos hábitos, avaricia, lujuria, egoísmos, pereza, ira, soberbia, gula y envidia atrás etc. Comenzaban de cero, se volvían como niños; buenos, generosos, honestos, amables, alegrándose por todo etc.

Roberto creció en una familia tradicional, eran personas de Fé que oraban antes de cada comida, pero nunca asistían a misa. Tenían amistades líderes religiosos, pero jamás se imponía o platicaba sobre religiones, eran más pláticas sobre las donaciones de la familia de Roberto

Roberto ocasionalmente añoraba sus días de universidad, no por la falta de responsabilidades, pero por los amigos. Las idas a una taquería en grupo, y una chica bellísima que solo veía en los pasillos de la universidad cuando iba a sacar copias. Ella jamás lo notó a él, pero él a ella si. Roberto tenía impresora en casa, solo iba por verla a ella. Había memorizado sus facciones centímetro, centímetro, y ese lunar junto a la boca era lo que más le agradaba. Era un chico serio y de valores, jamás la invitó a salir, tampoco le hizo de su conocimiento sus sentimientos hacia ella. Era demasiado reservado y algo tímido, se limitaba a conocer las chicas del círculo de amistades de sus padres.

Claro lo tímido quedó muy lejos cuando se graduó y mudó un año a Reino Unido, dos añosFrancia, dos años a Italia y de allí tres años a Suiza. También pasó dos años en Alemania, y uno en Filipinas, él iba a donde pagaran mejor su conocimiento. 

Regresó a México y compró su propio edificio para instalar su consultorio, y laboratorios. 

En Cabo San Lucas Baja California construyó su propia clínica, como tipo hotel. A los pacientes los recibía en su consultorio, y los enviaba a internarse a los Cabos, para alejarlos de sus rutinas nocivas a la salud. Construyó todo con su propio dinero, sin un centavo de los padres. Contrario a sus hermanos Mauricio, Paulo, y Luis. Quienes establecieron su bufete de abogados con dinero de sus papás.

Cada navidad era lo mismo; la familia se reunía en la residencia de los papás de Roberto, parientes cercanos y lejanos todos platicaban sobre sus problemas legales de cualquier índole y se les otorgaba asesoramiento gratuito, y muchas veces les enviaban abogados para llevar sus casos y representarlos legalmente con su descuento familiar. 

Algunas amistades cercanas lograban la tan ansiada invitación a la cena navideña y tomaban cualquier oportunidad para crear nuevos contactos.

 

El año nuevo era lo que realmente se disfrutaba solo en familia, viajaban a la finca de Toscana y disfrutaban de la privacidad de las vacaciones y momentos familiares con plenitud.

Roberto admiraba a sus hermanos eran ya hombres responsables, buenos hijos, buenos esposos, buenos padres de familia. Roberto jamás invitaba a alguna chica a las vacaciones familiares de año nuevo, pues lo veía como darle seriedad o mostrar algún cierto tipo de compromiso y no estaba preparado para ello.

Le gustaba mucho su vida de soltero, podía verse con cualquier chica para almorzar, con otra para comer y con otra para cenar. Cero compromisos, cero responsabilidades.

Para la fiesta de navidad si invitaba a distintas chicas, al ser cita de ocasión, no había situaciones incómodas, ni expectativas. No había intercambio de regalos, no había invitaciones a conocer familiares de la nueva cita.

Ya se acercaban otra navidad, Roberto amaba llevar regalos para su familia, solo a ellos les regalaba algún presente muy bien pensado, y rebuscado.

Un presente especial, así era Roberto de espléndido con sus padres y hermanos. Había un regalo, el más difícil de encontrar, el de su papá. Un hombre de mundo, que ha viajado y vivido en otros países desde pequeño. ¿Qué más le podía regalar, que no tuviera ya?Pensaba eso, mientras bajaba por el elevador, pero esta vez, no bajaría al estacionamiento de su edificio. Saldría por la primera planta a pie para poder caminar algunas calles y encontrar algo para su papá, algo que le agradara, pero que no fuera fácil de encontrar.Había muchas tiendas abiertas aún, y con regalos de todo tipo, las decoraciones navideñas afuera de los edificios y tiendas, hacían que la ciudad se viera más alegre y esperanzada.

 

 

Capítulo IV

 

El frío de invierno se hacía presente en el viento, el cabello de Roberto inmediatamente se heló, sacó un par de guantes de su chaqueta y se los puso, tallaba sus manos una con otra, y las acercaba a su boca intentando calentarlas. 

El regalo continuaba en su mente, sería único, ya que solo alguien a pie podría encontrarlo. Sus hermanos rara vez caminaban por la ciudad. 

Roberto tenía los demás regalos ya, para mamá su tarjeta Golden a su spa favorito, su bolso italiano de piel, y su collar de diamantes, esta vez tendría gemas preciosas. Para Mauricio un Disco antigüo de acetato, aunque muy bien conservado, autografiado por el mismo Ezio Pinza. Para Paulo una mesa reservada en su restaurante italiano favorito para todo el año. Para Luis boletos para todo el año a los conciertos de André Rieu, en todos los países que se presentaría. Para sus cuñadas canastas con vinos, quesos, trufas, tarjetas de regalo de sus tiendas favoritas, y maquillajes, etc. Para los sobrinos solo tarjetas navideñas con algunos billetes de distintas denominaciones, y de distintos países, pues viajaban demasiado seguido fuera de México.

Roberto caminó varias calles, atravesó avenidas, pero no temía a eso, le gustaba mantenerse en forma. Veía muchas y variadas tiendas, pero no encontraba a algo lo suficientemente original para su papá.

Decidió tomar el tren para regresar, entró a la estación y subió al tren, avanzó varias estaciones de regreso, y se bajó del tren algunas calles cerca de su edificio. Al salir de la estación había un señor con algunos libros sobre un tapete en el suelo. Lógicamente eran libros de segunda mano. Roberto reconoció inmediatamente la portada de aquel libro; “Poesías de Manuel Acuña”, contenía varios poemas; entre ellos había dos poemas que a su papá le faltaban en su colección, al hojearlo observó una dedicatoria escrita por el famoso autor con su puño y letra. Preguntó el costo, se sorprendió de lo económico del precio, sacó algún billete grande de su bolsillo y le pidió al vendedor quedarse el cambio. Continuaba sorprendido, seguramente el vendedor ignoraba el valor de ese libro, pensó Roberto.

Emocionado imaginando la expresión de alegría de su padre, caminó por varias avenidas, y al cruzar algunas calles se encontró frente a aquel puesto de tacos donde asistían de joven, él y sus compañeros universitarios.

Sin pensarlo dos veces se acercó. Había gente de distintas edades, distintas ocupaciones, distinta en todo, pero todos conviviendo sin invadir espacios personales, disfrutando del ambiente silencioso. Todos platicaban con sus familias, o amistades o colegas, pasando un buen rato. Algunos en sus mesas y otros de pie. Había un letrero grande al lado de donde se ordena la comida, decía: “No tenemos internet, platiquen entre ustedes”. Esto le causó gracia a Roberto, pues conectaba a la gente, y aunque tuvieran internet en sus celulares, realmente buscaban interactuar, y conversar.

Era realmente un lugar delicioso; los mejores tacos de camarón, pescado, y empanadas de jaibas que pudieran existir. Sin perder tiempo Roberto se formó, y por casualidad traía algo de efectivo, ya que usualmente portaba un solo billete, tarjeta. Pidió lo que acostumbraba de joven, le entregaron su ficha impresa. Se impresionó al ver todo de acero inoxidable, la higiene, la manera tan amable, rápida y organizada de servir todo. Ya habían comprado un local y también tenían mesas adentro del nuevo establecimiento. Pidió una soda, Se preparó sus tacos y empanadas con todos esos aderezos que olían a chile verde, chile rojo, salsa de cilantro, pepino y limón, habanero con mango, habanero con piña, aderezos de chipotle y mayonesa, y agregó ensalada de col con zanahoria. Era una exquisitez. De postre pidió nieve de coco que era servida en una verdadera cascara de coco. ¡Qué memoriasestudiantiles! Y ¡Qué momentos de juventud le habían retornado a su mente! 

Agradeció a los empleados, les reconoció su buen trato a los clientes, su limpieza y sabor. Era un establecimiento con más de 25 años ofreciendo sus servicios, y sabía a playa, a mar, a vacaciones. Todo con un mordisco de sus tacos y empanadas que eran un verdadero manjar.


Continuará...

Autora: Jenifer Silvia García Vélez

Sobre la autora: es oriunda de El Salto. Estudio la licenciatura en docencia de inglés como lengua extranjera.

Ama el cine mexicano de la época de oro. Comenzó a escribir cuentos, la inspira plasmar palabras que puedan motivar a las personas.

¿Quieres leer más cuentos de la autora? Visita

https://www.amazon.com.mx/Bianca-Jenifer-Silvia-Garc%C3%ADa-V%C3%A9lez-ebook/dp/B0CC8Q8C6C