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Día Mundial del Árbol

En México, desde 1959, celebramos el Día del Árbol cada segundo jueves de julio, por decreto del entonces presidente Adolfo López Mateos.
Día Mundial del Árbol

Los árboles constituyen un beneficio natural increíble, algunos proporcionan alimento, otros aportan belleza, aromas y flores; son el refugio de animales silvestres, nos protegen de la lluvia, controlan el clima y mitigan los efectos del cambio climático.

Es por ello que en México, desde 1959, celebramos el Día del Árbol cada segundo jueves de julio, por decreto del entonces presidente Adolfo López Mateos. El primero en instaurar esta fecha conmemorativa fue Suecia en 1840, y a nivel mundial se realiza el 28 de junio.

En 1840 Suecia fue el primer país del mundo que instituyó un día dedicado al árbol. Era la muestra de la toma de conciencia ante la importancia que tienen los recursos forestales, además de un compromiso por el cuidado de los árboles.

Siguiendo la tradición que importaron los pioneros suecos, en 1872 también se adoptó el día del árbol, que fue emulado por otros países. Los árboles regulan la temperatura, purifican el aire, contribuyen a regular las lluvias, protegen el suelo y albergan ecosistemas, sin olvidar su peso económico. Por ello, esta fiesta es el reconocimiento a los múltiples servicios que presta el árbol a la vida y a la actividad humana, además del puesto simbólico que ocupa en numerosas culturas tradicionales.

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Nuestra conmemoración se suma a la necesidad de dedicar un día al cuidado, conservación y reflexión sobre los árboles como parte fundamental para la preservación de la vida.

De acuerdo con datos del INEGI, nuestro país se encuentra entre los diez países con mayor superficie forestada y reforestada a nivel mundial, al contar con un área de bosque de aproximadamente 66 millones de hectáreas y una plantación de más de 106 millones de árboles (tanto de especies maderables, como no maderables) en el 2015.

En el ámbito estatal, la entidad mexiquense se ha caracterizado por ser, a nivel nacional, una de las más preocupadas en recuperar bosques, ya que en los últimos seis años la masa forestal ha crecido en 70 mil hectáreas, de acuerdo con estudios de la UNAM. En 2016, tan solo la CONAFOR reforestó 13 mil 383 hectáreas con 14 millones 50 mil 897 árboles en el estado de México

Sin embargo, en los útimos años, la deforestación ha ido en aumento debido a eventos como los incendios. De acuerdo con la Comisión Nacional Forestal (CONAFOR), del 1 de enero al 29 de marzo del 2018 se registraron 2,451 incendios forestales en 30 entidades federativas del país. Las entidades con mayor número de incendios fueron Estado de México, Ciudad de México, Puebla, Michoacán, Tlaxcala, Chiapas, Jalisco, Guerrero, Morelos y Oaxaca, que representan el 85.84% del total nacional.

Por otra parte y a pesar de estos esfuerzos, la tala clandestina en el estado sigue siendo un problema grave, en donde las cinco zonas boscosas más afectadas por la tala de árboles son: la Reserva de la Biosfera Mariposa Monarca, Cuenca Hidrológica Valle de Bravo-Amanalco, corredor biológico Chichinautzin-La Marquesa, Iztaccíhuatl-Popocatépetl y el Nevado de Toluca.

En promedio, cuatro de cada diez árboles que se talan no cuentan con la autorización de acuerdo la Secretaría del Medio Ambiente y Recursos Naturales, SEMARNAT.

En el Estado de México, específicamente en Salvador Atenco, se encuentra un ahuehuete con más de 500 años de existencia que fue plantado en la época del Rey Nezahualcóyotl.

Algunos beneficios que nos brindan los árboles son:

Proporcionan oxígeno – en un año, un acre de árboles adultos puede proporcionar oxígeno para 18 personas.

Refrescan las calles y la ciudad – los árboles refrescan las ciudades dándoles sombra a nuestros hogares y calles, interrumpiendo las “islas de calor” y liberando vapor de agua al aire a través de sus hojas.

Combaten el cambio climático – los árboles absorben el CO2, removiendo y almacenando el carbono al tiempo que liberan oxígeno al aire.

Proporcionan sus copas y un hábitat para la vida silvestre – muchas especies urbanas como para los pájaros, las abejas, las zarigüeyas y las ardillas encuentran excelentes hogares en sus ramas.

Ayudan a prevenir la erosión del terreno – en las laderas de las montañas y las pendientes de los ríos y arroyos, los árboles ayudan a detener la escorrentía y mantener el terreno en su lugar.

Protegen a los niños de los rayos ultravioletas – los árboles reducen la exposición a los rayos UV-B en aproximadamente un 50 por ciento, proporcionando de ese modo protección a los niños en las escuelas y parques de juego, donde pasan mucho tiempo al aire libre.